13.8.13

Mono de Gibraltar

Cada equis tiempo España tiene mono de Gibraltar.  Es como una morriña virtual, en diferido, el deseo de tener algo que casi no recordamos haber tenido.
Yo viví un tiempo cerca de Gibraltar, en la ciudad en la que residen las cosas y los genes de los que fueron despeñados en el siglo XVIII. Cada mañana veía su silueta inconfundible desde la misma ventana de mi dormitorio.  Desde allí, contaba yo a las visitas, se podían ver dos continentes, un mar, un océano, tres países y dos comunidades autónomas.  Pocos lugares en la historia han estado cargados de tanto simbolismo geográfico e histórico.  No es casualidad que Hércules y sus columnas anden en los escudos de Cádiz, Andalucía y España.
Yo no solía ir mucho de visita y menos en coche.  De hecho creo que solo entré una vez motorizado y no más Santo Tomás.  Entre lo poco que hay que recorrer en el interior y la famosa cola pegada a la pista del aeropuerto, pues no convenía.  Era más rentable pasar las bolsas con los quesos y el tabaco a mano.
Mucha gente habla mal de Gibraltar y sus habitantes, sobre todo en su campo gaditano.  Yo noté algo literario en la existencia de esa colonia trasnochada y cainita.  Por eso me puse a escribir una novela que nunca pasó de la página 3.  No sé si algún día la retomaré o pasará a formar parte de mis muchos proyectos inacabados.
A propósito, cabe la posibilidad de que en noviembre se presente A propósito, un nuevo libro de poemas que este servidor de ustedes tiene a bien publicar.  Ya se avanzarán más noticias, pero solo les digo que los músicos que me suelen acompañar en tales eventos ya están avisados, las guitarras y buzuks afinados y los saxos relucientes.

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