30.1.12

Película recomendada

The Artist, dir. Michel Hazanavicius

Parece imposible que, con la que está cayendo de tecnología, infografía, tridimensionalidades y demás, aparezca esta película con un argumento tan simple, con unos colores tan simples, con una música tan convencional, con unos actores tan miméticos de las antiguas estrellas de cine mudo... y vaya y triunfe y se lleve el corazón y la opinión de medio mundo.
Yo la vi no sé si sobre Rusia, Mongolia, Polonia o Finlandia, en esa pantallita tan cutre, que tienen incrustadas las butacas de los aviones a la altura del cogote del viajero que está justo delante de uno.  A pesar de las incómodas circunstantias, como dice la canción, no pude apartar mis ojos de ella.  El déjà vu que tienes todo el tiempo no impide que quieras seguir la trama y que empatices con el decadente y simpático protagonista.
Es una situación que ni nos va ni nos viene a los habitantes virtuales, deprimidos, consumistas y políticamente correctos del siglo XXI, pero todavía no he oído a nadie hablar mal de esta película.
Tiene mérito y todavía no me ha quedado muy claro por qué.

29.1.12

Del dolor

1.- El dolor tiene muy mala prensa y muy buen negocio.  Nadie quiere sufrir y pagamos lo que sea para evitar las cefalalgias, las lumbalgias, las fibromialgias..., como si de algia no hubiera que morir.  
Hay dolores físicos y dolores espirituales, que en la retórica del lenguaje coloquial se mezclan y confunden: "me has partido el corazón", "ese niño me da muchos quebraderos de cabeza"....
Existen, sin embargo, posturas éticas que propugnan el placer del dolor, tales como el masoquismo o la penitencia de diversos credos religiosos (autoflagelaciones, cilicios, abstinencias dietéticas y sexuales).  Para estos algofílicos el dolor posee el atractivo de la intensidad y la simplificación del mundo.   Cuando se sufre un gran dolor, se olvidan las cortapisas cotidianas, los hastíos consuetudinarios, incluso otros dolores anímicos, que son más difíciles de aplacar.  Cuando te das con un martillo en un dedo, ves las estrellas y entonces ya no ves a tu jefe, ni tus fracasos, ni al cobrador del frac.  En su dimensión religiosa el dolor es, o bien el pago por los pecados propios o colectivos, o bien el principio del camino ascético que lleva a abandonar la casa del cuerpo, camino de la morada divina.

2.- En los últimos tiempos he convivido con el dolor en distintas épocas e intensidades.  Aunque siempre que he podido, lo he evitado, a veces se me ha echado encima sin avisar y no he tenido otra opción que mirarlo a la cara.  El dolor en sí no es malo, es el soplón de males mayores.  Fomenta la humildad y el autoconocimiento. Me he sorprendido a mí mismo bromeando sobre él justo cuando lo tenía subido a la chepa.  Otras veces ha evidenciado mi debilidad y mi soberbia y me ha dejado tirado en cualquier sitio.  He aprendido también a cuantificarlo para dosificar las alarmas y el exceso de medicación.  En fin, aunque no quiero volver a verlo/sentirlo, no le guardo rencor.  Cuando desaparece, sea por un instante o unas horas, se activa la conciencia dormida de su ausencia y algo de esa alegría natural y olvidada queda para siempre en el ánimo.

OTRAS REFLEXIONES: AQUÍ.

27.1.12

De Cádiz a Kioto

Si llego a saber esto que ahora sé y que paso a contarles, habría quedado la mar de bien en aquella charla que di el verano pasado. Voy lo más al grano que pueda, para no incurrir en la pesadez de la entrada anterior.
Buscando por esos e-mundos las posibles influencias del budismo en el cristianismo (aficiones incomprensibles de funcionarios ociosos), he dado con que está muy estudiado el papel de los griegos en la difusión de ideas orientales en occidente y viceversa.
Al parecer, tras la conquista de Alejandro Magno se establecieron relaciones culturales, matrimoniales, religiosas... entre el norte de la India, Irán, Afganistán (Bactria), China y el extremo oriental del Mediterráneo (Siria, Fenicia).  El rey indio Asoka (que renunció a sus conquistas y guerras tras convertirse al budismo) mandó emisarios hasta Egipto incluso, allá por el siglo IV o III a.C. (que como saben, significa antes de Cristo).
Así que por la ruta de la seda, esas tierras, que hoy son feudo de talibanes, sijs, integristas y marines rapados, y este entramado de reinos euroasiáticos (reino indogriego, el imperio Kushan...) circularon estilos, ideas y productos de lo más variado.  Se dice que el Buda pudo haber tomado los conceptos de ecuanimidad, distanciamiento o la realidad como falsedad... de los filósofos griegos escépticos y sofistas.
Pero el detalle que les quiero resaltar es que la iconografía de los dioses griegos pasó a las representaciones de Buda, a quien se puede ver junto a Vajrapani, un dios protector, que se parece demasiado a Heracles o Hércules, el mismo que luce palmito con dos leones en el escudo de Cádiz y Andalucía.  Cuando este dios llegó a Japón se duplicó y se colocó a los dos lados de las puertas de entrada de los templos budistas.  Allí  se conoce con el nombre de Nio.

Herakles

Buda y Vajrapani (Museo Británico)

Nio de un templo de Nara. (Nio es el grande de atrás)

En este contexto quizá se explique mejor aquella serendipia literaria con la que me tropecé este verano.

NOTA BENE: Algunos/-as estarán pensando que tiro demasiado del hilo (¿de seda?) para intentar unir dos puntos del mundo tan distantes por razones sentimentales. Y lo mismo no les falta razón. Yo me limito a contar lo que leo y a decir lo que pienso (o al revés).
Por cierto, y hablando de Cádiz, no se pierdan la chirigota Viva La Pepi, con las limpiadoras del oratorio de San Felipe Neri, donde se firmó La Pepa en 1812. Cai, Kioto, musho arte.

24.1.12

Unas viejas ideas

MINIPRÓLOGO A ESTA ENTRADA:
Quienes no tengan el cuerpo para disquisiciones demasiado enjundiosas, que no sigan leyendo.

Volviendo hace unas semanas de Japón anduve unas horas deambulando por el aeropuerto Charles de Gaulle.  La oferta de revistas culturales que hay en cualquier tienda de esas que son medio papelería, medio librería, medio de ultramarinos, alimenta mi ya robusta hispanofobia.  No es que no vendan semanarios de los llamados "del corazón", es que al lado puedes encontrar cinco títulos distintos de arqueología, literatura, filosofía, historia de las religiones...
Hojeando (o *estanteando) encontré uno que me trajo lejanos recuerdos de aquellos tiempos en que inicié mi tesis doctoral.  Se trata de un monográfico dedicado al filósofo francés René Girard.
Este buen señor tiene una cuantas ideas muy simples y claras, pero, por eso mismo, muy efectivas.  No es que sus disquisiciones sean simples ni muy accesibles.  Sus ensayos rondan las trescientas y pico páginas y tienen títulos tan poco populares como La violencia y lo sagrado, La ruta antigua de los hombres perversosEl chivo expiatorio, Anorexia y deseo miméticoMentira romántica y verdad novelesca...  Es una gran mente al servicio de unas buenas pocas ideas.  Uno podrá estar de acuerdo con él o no, pero en Francia es un referente para todos los profesionales que intervienen en el número de la revista.
Los tres grandes ejes del pensamiento de Girard son los siguientes:
1.- La gente desea lo que desean otros.  La mímesis, la imitación, es el motor del comportamiento humano.
2.- La gente deja de enfrentarse entre sí cuando encuentra un chivo expiatorio.
3.- El violencia apocalíptica renueva el mundo.
Con respecto al primero se ha creado incluso un Asociación de Investigaciones Miméticas.  Pocos publicistas ponen en duda las ideas de Girard cuando utilizan a personajes de la vida pública para promocionar colonias, coches y pinturas de labios.
El mecanismo del chivo expiatorio, que él remonta a la tragedia de Edipo, se puede comprobar en las persecuciones antijudías de los nazis, islamófobas de la Europa actual o en el acoso escolar de los que son un poco "diferentes", desde el punto de vista físico o mental.
La violencia "limpiadora" es también una vieja idea del oscuro Heráclito ("La guerra es el padre de todas las cosas") y él mismo la ha aplicado a la obra de Shakespeare.  En la revista hay un pequeño estudio de la violencia apocalíptica y sacrificial en Apocalypse Now.


En fin, mi reencuentro con Girard en medio del aeropuerto ha resultado ambivalente.  Por un lado me ha recordado todo lo que sabía, había fichado y estaba dispuesto a utilizar en la investigación que nunca empezó.  Pero también me ha animado, porque en los años en que yo comentaba con la gente estas peregrinas ideas, muchos pensaban (algunos incluso lo decían) que se trataba de boutades de intelectuales franceses mal digeridas por españolitos pseudointelectuales.  Parece ser que, por lo menos la primera parte, no es cierta.  Girard es un modelo, un marco general para muchos otros pensadores y profesionales de la política, la publicidad, la ética, la filología y, cómo no, la filosofía.   Con respecto a la segunda parte, pues seguimos en las mismas.

Por cierto, aquellas revistas del "corazón" que están junto a estas del "cerebro" son precisamente una prueba más del deseo mimético del que habla Girard.  El personal quiere ser príncipe monaguesco, pop-idol o joven futbolista del brazo de modelo despampanante.

MINIEPÍLOGO: A los que hayan llegado hasta aquí leyendo, muchas gracias por su atención y disculpen las densidades.
POSTMINIEPÍLOGO: He aquí una noticia que abunda en el asunto del deseo mimético: http://www.elpais.com/articulo/gente/tv/Publicidad/encubierta/famosos/140/caracteres/elpepugen/20120130elpepuage_2/Tes

22.1.12

Entre dos luces

Atardeciendo.

Y una foto medio decente de las Pléyades, hecha sin telescopio, con la cámara sobre el trípode.


21.1.12

Venus

Esta tarde ha estado la atmósfera de nuestra parte y nos ha regalado estas puestas de sol con Venus en alto, enfrente de Júpiter, que todavía anda por ahí, con una acumulación de satélites muy extraña que no he podido fotografiar por razones técnicas.




Venus en el telescopio (foto hecha con el móvil)

20.1.12

Los justos


Los Justos 


Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso  ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

16.1.12

Frente al Pacífico

Frente al Pacífico, Montserrat Sanz Yagüe 
(Ediciones Isla del Náufrago, Segovia)
Esta pequeña colección de artículos viene a decir lo mismo que les vengo contando de un tiempo a esta parte: la grandeza, la humildad, la abnegación y el espíritu comunitario del pueblo japonés.  La autora, además, no habla desde la fascinación del turista, ni siquiera desde el elogio de quienes, como yo, vamos y venimos a aquellas islas, sino desde la óptica de quien reside permanentemente desde hace años en calidad de catedrática en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe.
Me sentí irremisiblemente atraído por el contenido del libro al leer sus primeras palabras:
"Imagine un mundo en el que se pudiera dejar la bicicleta sin candado a la puerta de un restaurante en el centro de una gran urbe a la hora más transitada del día y encontrarla en su sitio al salir de comer".  Tras enumerar casi diez o doce situaciones parecidas, aclara:
"...imagínese que todo esto no se hubiera conseguido por medio de una dictadura de férreas leyes contra el crimen, ni con liderazgos religiosos que amenazan con latigazos, mutilaciones o lapidaciones al sorprendido en el delito".
Y acaba el primer artículo:
"Ese lugar existe. Y no sólo en su imaginación.  Bienvenido a mi casa.  Bienvenido a Japón".

15.1.12

Róbame con los ojos

Este verano paseábamos Keisuke y yo por la ciudad de Ise y, al pasar junto a unos pinos perfectamente podados, le pregunté sobre la enseñanza de la jardinería en Japón.  Me contó que no existen ciclos formativos ni escuelas específicas.  La ciencia o el arte se transmiten de manera personalizada y directa, a la manera del zen o de los viejos gremios de la Europa medieval.  El aprendiz acompaña al maestro y simplemente observa.  Al parecer, ni siquiera recibe instrucciones verbales, ni apuntes, ni hay pizarras digitales, ni libros, ni exámenes, ni, por supuesto, adaptaciones curriculares.  El maestro tan solo le dice, en palabras de Keisuke, "róbame con los ojos".
Cuando llegan los fines de semana, los puentes, las vacaciones, las pausas en general, gran parte del profesorado creo que tiene una íntima sensación de que está siendo abducido, succionado, devorado por sus alumnos y alumnas.  Cada vez que cuentas algo en clase dejas algo de ti en la explicación.  Algo de tu voz, algo de tu manera de pensar, de tu ideología, de tus gustos, de tu historia como persona encima de la faz de la tierra.  Y el personal que te mira desde sus bancas lo coge, lo mastica, lo deglute, lo hace suyo y lo convierte en su propio ser.
No ignoro que muchos de estos consumidores son anoréxicos del saber y que cierran sus bocas y sus ojos, como los monos de Nikko, y consideran que ya están satisfechos con lo que tienen (¿para qué quiero saber qué es el suplemento o qué es un aparato de Golgi?).  Es lo que los docentes llamamos, en momentos de impotencia y depresión, echar perlas a los cerdos.
Y a medida que pasa el tiempo, nos vamos desgastando de tanto dar y tanto repetir la donación. De modo que tenemos que seguir nutriéndonos de lecturas, cursos, enfoques y triquiñuelas para sentirnos de nuevo llenos y dispuestos a seguir en el tajo.
Por suerte hay alumnos/-as que nos aportan, en ocasiones, más de lo que les aportamos: un comentario perspicaz, un trabajo voluntario, un examen impecable, una mirada ingenua que destapa rancias convenciones académicas...
Tal que así es la educación: vacías tu bolsa para que siga la vida.

14.1.12

Arashiyama

Arashiyama es una zona situada en los límites occidentales de la ciudad de Kioto.  Se puede llegar en un pintoresco tranvía que se conoce con el nombre de Randem, aunque su nombre oficial es Hankyu Line.  
Allí se encuentran algunos templos, un bosque de bambú y un tren de vapor que circula entre un paisaje de cerezos y arces.  Como era invierno y estaba atardeciendo, pues solo pude visitar una ínfima parte de lo que hay que ver.  En primavera intentaré ir de nuevo y procuraré montarme en ese tren y gastar dos o tres tarjetas de dos gigas fotografiando bambúes.
Aquí van algunas fotos de aquella tarde:

Randem camino de Arashiyama



Jardines del templo zen Tenryuji, Patrimonio de la Humanidad



Anuncio de comidas vegetarianas que ofrece el templo.






Hojas de arce.

Bosque de bambú.



Setas incrustadas en un tronco.

Entrada al edificio principal del templo.

Pino centenario con ramas apoyadas.

Dos maikos (jóvenes geishas), que paseaban haciéndose fotos por la zona.  Japoneses y turistas las perseguían disimuladamente para hacerles fotos a su vez.

Exposición de fotos sobre el tsunami en la estación del tranvía.

Adornos navideños en las misma estación.


En este vídeo se oye a un monje zen rezando y haciendo sonar la campana en Tenryuji.



12.1.12

Españoles por el mundo


Ese programa televisivo (que se ha sido clonado como andaluces por el mundo, asturianos por el mundo, alicantinos por el mundo...) presenta siempre la cara amable y abnegada de nuestros compatriotas que han optado por sacar los pies del tiesto ibérico y buscarse la vida allende los mares, los Pirineos y Ayamonte.
Ahora bien, muchas veces al encontrar españoles por el mundo, la impresión que se tiene es otra.
El pasado día 5 de enero estábamos en una cafetería del centro de Kioto.  Los japoneses conversaban, tomaban té o café (por cierto, en ese establecimiento al vaso más voluminoso lo llaman "grande"), leían libros o correos en sus móviles y tablets.  De pronto apareció una familia española.  Dada la distancia de nuestra querida piel de toro, no se trataba de turistas masivos, de los que abarrotan Disney Paris, Cancún, Londres o Praga.  Se notaba que era gente de una clase social más bien elevada, que vestía bien (o sea, caro) y hablaba inglés con fluidez (o sea, de curso en Essex).  Pues bien, a los pocos momentos, de las cincuenta o sesenta personas que estábamos ya solo se oía  a los españoles.  Ocuparon sus asientos, expandieron su espacio vital con brazos, bolsos, bolsas y chaquetones, hasta casi acogotar a los japoneses y comenzaron a hablar a unos cuantos decibelios por encima de la suma del resto de conversaciones que estaban teniendo lugar en esos momentos.  No era exactamente falta de educación, era más bien, exceso de españolidad, entendida esta como la tendencia innata a hacerse notar casi sin querer, a elevar la voz sin razón aparente, a expandir el yo y el nosotros, a enfatizar la existencia.
Nosotros, por nuestra parte, por supuesto, nos hicimos los suecos.

9.1.12

Amanohashidate (y IV)

Aquí van las últimas fotos de este paraje.





Subiendo en telesilla para observar la otra vista del puente.  Al fondo un pequeño bosque de bambú.

La otra vista.


Bicicleta sobre raíles en el parque de atracciones.


8.1.12

El joven lesionado

Para no ser más pesado con los elogios a Japón, a pesar de que van ya seis veces con esta última que lo visito (el agente de aduanas esta vez me dijo al ver el pasaporte: "You visit very much Japan"), resumo mis impresiones con una imagen, que vale a veces más, a veces menos, que mil palabras.
Un día me asomo al balcón y en los campos de deporte del instituto hay un grupo de estudiantes entrenando.  Dan vueltas en fila como calentamiento (supongo, porque hacía dos o tres grados y estaba punto de nevar).  Van perfectamente uniformados con su trajes blancos y sus gorras azules de béisbol.  Entonces me doy cuenta de que en el centro del campo está en el entrenador o profesor junto a un muchacho con dos muletas.  No hace nada.  Solo va girando conforme sus compañeros dan vueltas al campo.  No entrena.  Está lesionado.  Pero está igual de perfectamente uniformado.  Nada de quedarse en casa.  Nada de sentarse en la grada a contar batallitas de cómo se cayó de la bicicleta o esquiando en Sierra Nevada (es un decir).  Ahí está en el centro del campo, medio digno, medio avergonzado de no poder unirse al grupo.
Sé que las comparaciones son odiosas, pero podrían no serlo tanto. ¿Recuerdan el chiste de los tres españoles que están en el bar (dónde si no) y se encuentra a Jesucristo, que se lía a hacer milagros, y uno de ellos está de baja y le pide que no lo toque? Pues eso.
Aquí van algunas fotos de Kioto.
Puerta de pachinko.

Panorámica de la plaza de la estación de Kioto.

Aeropuerto de Kansai.

Exposición de fotografías sobre el tsunami en Arashiyama.

Casa nevada en los campos de deporte antes mencionados.

Parque del barrio.

Bar de copas soul en el centro de Kioto (Ponto-cho, Gion).

Torre de Kioto.