29.11.11

Verba volant

Esta tarde varias personas hemos sido testigos de la siguiente escena.
Un niño marroquí se acerca a la mesa del bar donde estábamos saboreando un delicioso chocolate con churros. Vendía pan árabe. Tenía buena pinta, pero ninguno de los presentes se decidió a comprarle nada, a pesar de que nos decía inocentemente: "Llévatelo y mañana me lo pagas".
De pronto, un señor que estaba en la mesa de al lado me pregunta: "¿Qué vende, pan?". Yo le digo que sí. Se levanta y le da un billete de cinco euros al niño. Este le da una bolsa con el pan, pero el hombre le dice: "Quédate con los cinco euros. Yo vivo solo y no como pan". El niño se quedó perplejo mirando a su benefactor. Insisitió, pero el hombre siguió sin aceptar el trueque comercial, así que el niño se acercó a nuestra mesa y nos dijo que nos lo lleváramos nosotros. Tampoco lo aceptamos.
El pequeño vendedor siguió su camino intentando vender el pan que ya había vendido.
Moraleja: a sobra de pan, buenas son las intenciones.

28.11.11

Película recomendada

Anonymous, dir. Roland Emmerich

Acabo de llegar del cine y quiero recomendarles esta película antes de que el torbellino de la vida me succione. Su mérito es múltiple: magníficos actores, excelente puesta en escena (efectos, montaje, vestuario) un buen guion y una idea atractiva, William Shakespeare como fraude o tapadera. Es una vieja idea que ya sacaron a la palestra Twain, Dickens y Henry James. Mucho mejor que otros acercamientos a la vida del supuesto autor de Hamlet, como aquel empalagoso Shakespeare in love (lo siento por sus acérrimas partidarias, pero es lo que pienso).
Por suerte para España, nunca se ha dudado de que Cervantes escribiera lo que escribió, a pesar de tener un brazo inutilizado y de decir que él solo estaba traduciendo el Quijote del árabe.

NOTA: Un pequeño anacronismo, al menos en la traducción. Se dice que Romeo y Julieta es una obra "romántica", cuando el Romanticismo fue un invento anglogermanístico que tuvo lugar unos doscientos años más tarde.

27.11.11

Elogio de la niebla

En ocasiones añoro la niebla. Me pasa sobre todo cuando llegan varios días de otoño o invierno demasiado transparentes y cristalinos, en los que casi duelen las pupilas del la luz que reflejan las fachadas de los edificios y los cristales de los coches. Como la nieve, no es un fenómeno atmosférico que se dé mucho por estas soleadas tierras, de ahí que no la considere una amenaza para mis actividades o mi integridad personal.
La niebla tiene un poder igualatorio que solo comparte con la muerte y, quizás, la lotería de navidad. La niebla anula, oculta, resume, concentra, desdibuja el mundo. Nos deja solos en medio de una calle o de un parque que dejan de existir, para que seamos más conscientes que nunca de nuestra propia existencia.
Contra tanto neón, tanta insidia publicitaria, tanta llamada de atención, tanto píxel, tantas inquisiciones/interrogatorios y tanta estridencia televisiva o internáutica, viene bien un borrón y una cuenta nueva. No saber qué hay dos pasos más allá nos obliga a reinventar el mundo.
En el pasado la noche cumplía esta misión renovadora, con sus largos silencios invernales, su intensa y natural oscuridad. Pero los tiempos que corren la han atestado de fiestas, de farolas, de leds, de programas de teletienda, de vecinos que regresan de parrandas, de sirenas y otros monstruos devoradores.
Hasta que los chinos inventen una máquina ad hoc que la disuelva, solo nos queda la paz húmeda de la niebla, como un útero meteorológico. En ella somos casi abstractos (Unamuno lo supo), perfectos espectros que albergan la vana esperanza de que todo haya cambiado a mejor, cuando vuelvan los perfiles, los colores y las tres dimensiones (o las cuatro, si contamos el tiempo perdido sin poder ver los relojes).

Libro recomendado

What I talk About When I talk About Running (De lo que hablo cuando hablo de correr), Haruki Murkami.

Este señor tiene la virtud de hacer verosímil lo inverosímil e interesante lo que no me interesa.
El libro trata de lo que dice el título que trata (1), de correr. Murakami, aficionado a este clásico y solitario deporte (desde la batalla de Maratón), reflexiona con claridad y amenidad sobre el valor de enfrentarse al reto de la constancia y de la superación, sobre los límites de la voluntad y del dolor. Todo sin apologizar ni ponerse en plan salutífero. Todo lo contrario, nos cuenta con tal vividez los sufrimientos corporales, que entran más ganas de quedarse tumbado en el sofá leyendo después lo que sea, la guía de teléfonos o el Tractatus de Wittgenstein.
La parte más interesante (para mí, claro) se encuentra cuando compara la soledad del corredor de fondo con la del novelista. Los escritores (y los que quieran o tengan previsto serlo) pueden aprender mucho sin tener que correr cada mañana veinte kilómetros por las carreteras de Hawai, los parques de Tokio o la ribera del río Charles (aquel al que Dámaso Alonso le dedicó un memorable poema).
Ahí va un par de citas traducidas a my way:
En esta parece un avatar de Santo Tomás (el apóstol).
"Soy la clase de persona que tiene que experimentar las cosas físicamente, tocándolas más bien, antes de tener un sentido claro de ellas. No importa lo que sea. Incluso si las he visto con mis propios ojos, si no las toco, no estoy convencido. Soy un tipo de persona físico, no intelectual".
Aquí hace una propuesta sorprendente y excitante:
"Cada día dejo de escribir justo en el momento en el que siento que puedo escribir más".

Lo he leído en inglés porque es el último resto de aquellas circunstancias que ya conté en su momento, pero está traducido al español.
(1) El título es una versión del de un libro de cuentos de Raymond Carver, What I Talk About When I Talk About Love.

26.11.11

Templos y arces rojos de Kioto

Avanza la temporada y el rojo crece en los arces (pasando antes por el amarillo). Nuestra corresponsal se escapa algunas tardes y hace estas fotos con su móvil, aquel que perdió en el tren y luego le devolvieron por correo.
Nota técnica: las fotos se ven mucho mejor si se toca sobre ellas y se abre la caja negra.

















22.11.11

El Monte Coronado explicado a los japoneses

He enviado al blog Paralelo 36º de Osaka este texto en el que explico el nombre de este otro blog que ahora están leyendo:

"Como saben los lectores de "Paralelo 36º", en España publico un blog que se titula "Monte Coronado". Quisiera contarles la razón de este nombre y para ello me tengo que remontar hasta mi infancia.
Corrían los años finales los sesenta. España era un país en blanco y negro, que iba tomando color gracias a los turistas y a la decadencia natural de un régimen político, el franquista, que carecía de futuro en el contexto de la nueva Europa unificada. La gran expansión económica que siguió a la Segunda Guerra Muncial llegó a España tarde, pero llegó. Las ciudades crecían, la población crecía y ya no era posible vivir en aquellas pequeñas ciudades pueblerinas, que parecían casi del siglo XIX. Fueron los tiempos del baby boom. Nacimos muchos, demasiados, en aquella época y el gobierno tuvo que hacer barrios a marchas forzadas. Eran lugares fantasmagóricos, modernos y muertos al mismo tiempo. Alejados de los centros históricos y de trabajo, rodeados por la nada, sin infraestructuras deportivas, sin bibliotecas, sin médicos ni hospitales, sin tiendas. En español tenemos varias expresiones para indicar dónde se encontraban estas aglomeraciones humanas: la Cochinchina, el quinto pino o quinta puñeta, donde Cristo dio las tres voces... Era un limbo con forma de bloques de cinco plantas sin ascensor para la nueva clase medio-baja urbana. Mi barrio estaba allí, lejos de todos lados. Limitaba al este por un río que casi nunca llevaba (ni lleva) agua; al norte, por el campo, el fin de la civilización; al sur, por una finca abandonada que limitaba con el campo de fútbol, y al oeste, por el Monte Coronado. Otros, los mayores sobre todo, lo llamaban "cerro", como dando a entender que era un monte pequeño y sin importancia, uno más de los que rodean la ciudad de Málaga. Sin embargo, para los niños era un lugar mítico, mágico y enigmático. Cada tarde el sol se ponía tras él y en los días secos de poniente su silueta se erguía sobre las casas como un monstruo amenazador. La estructura plana de piedra que estaba en su cima le daba el aspecto de un sombrero, de un incomprensible resto arqueológico, de la corona de un rey desconocido. Circulaba fervientemente en nuestro barrio (y en otros cercanos) la teoría de que el Monte Coronado era un volcán. Nadie podía quitarnos esa idea de la cabeza. La corroboración llegó el día en que comenzaron los trabajos de explotación de la cantera de piedra caliza. Una empresa se propuso extraerla de la "corona" y para ello tuvieron que llevar a cabo diversas explosiones. Puedo asegurar que una mañana de invierno vi volar unas rocas enormes, como huevos prehistóricos, que saltaron hacia el cielo desde la cima y rodaron por la falda hasta acercarse a las casas. Los setenta fueron en muchas partes del mundo los años del fenómeno O.V.N.I. Revistas, televisiones (bueno, la única televisión que entonces teníamos en España) radios y periódicos se hacían eco de avistamientos, contactos y abducciones, protagonizados por los misteriosos y esquivos visitantes del espacio exterior. Esta leyenda urbana fue profundamente asimilada por todos nosotros y llegamos a la conclusión de que si el Monte Coronado no era un volcán, al menos los más escépticos tenían que reconocer que sin duda era una base extraterrestre. Las luces de la cantera, que se mantenían encendidas durante la noche, lo confirmaban. Pero el monte no era solo un espacio sagrado que observábamos en la distancia. Era también el territorio de arriesgadas expediciones infantiles. Un par de veces alcancé su cima, una hazaña que repetíamos durante semanas en los recreos del colegio o en las larguísimas tardes del verano andaluz. La vista desde allí era espectacular. El barrio a nuestros pies y en la lejanía, la ciudad, con sus tejados marrones y sus chimeneas decimonónicas alrededor de la única torre de la catedral, a la que llaman La Manquita. Y más allá, los barcos, el puerto y la cinta azul (o gris, dependiendo del color del cielo) del mar Mediterráneo. No puedo asegurar que se viera África, pero seguro que alguno creyó verla. En la parte más baja de la falda del monte, justo antes de que empezaran las casas, había un terreno casi llano que albergaba un lago. Más bien debería llamarlo charca. En él solo había ranas, renacuajos y chatarras que la gente tiraba sin ningún tipo de pudor cívico. Los más osados y acalorados osaban bañarse en su turbias aguas, a riesgo de contraer una docena de infecciones de la piel o algo peor. Muchos años después mi profesor (y maestro en el mundo de la literatura y la docencia), Julio Calviño, incluyó en su libro Múltiplos de cero un relato titulado "Macario", nombre del protagonista que, marginado por sus compañeros de instituto, acababa invadiendo las aulas con un ejército de ranas procedentes de esta charca del Monte Coronado. Corría otra historia menos fantástica acerca del monte, la tradición de personas que se ahorcaban en algunos de los olivos o almendros que estaban allí plantados desde tiempos inmemoriales.
Cuando busqué un título para el blog que iba a empezar a escribir, repasé ideas, espacios y personas con los que, de alguna u otra manera, me podría identificar. De pronto lo supe. Me vi a mí mismo en un atardecer de la infancia mirando el perfil familiar e inquietante del Monte Coronado. No cabía duda, yo era un aborigen de esa montaña, a cuya sombra empecé a leer, a vivir, a reír, a pensar, a soñar y a equivocarme.
No, al final no era un volcán (dicen los geólogos que es el fondo de un lago antediluviano). Tampoco era un aeropuerto para platillos volantes, ni el manantial de las ranas vengadoras de Macario, pero es el lugar del que venimos muchas personas, el escenario fantástico de varias generaciones de niños y niñas de barrio, que se resistieron a ser un número más en las estadísticas del crecimiento económico".

20.11.11

Monólogo del votante viendo llover sobre el colegio electoral

Voy en el coche camino del colegio electoral en medio de una manta de agua considerable. El limpiaparabrisas se mueve a la izquierda, a la derecha, otra vez a la izquierda... pero no consigue quitar definitivamente el agua. La lluvia es implacable, es real, es igualitaria. No le importa si llueve a gusto de unos o de otros. Ella cae, impersonalmente, como corresponde a esos verbos que expliqué hace unos días y que no tienen sujeto.
El cielo está encapotado, quién lo desencapotará. A ratos se oyen truenos en la lejanía. ¿Vendrán peores tiempos (time o weather)?
Camino hacia la urna bajo mi paraguas japonés con la íntima esperanza de equivocarme, de que el partido al que voto no gobierne y que lleven razón los que voten al ganador. Y que la virgen de las cuevas o el caracol de aquella vieja y estúpida canción hagan salir al arcoíris y (y cito a Carlos Cano) "se acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital".
Antes de volver al coche hago una foto del desierto patio del instituto (que no es el mío). Mañana volverán a ocuparlos las hormonas, las euforias, las tristezas, los móviles, el mobbing y las espinillas.
A fin de cuentas, siempre que ha llovido ha escampido.

19.11.11

Buda y yo en un tren entre bambúes


El día que visité a Keisuke me compré en la estación de Kioto un librito de bolsillo (de auténtico bolsillo) que se titula The Pocket Buddha Reader. Ya he comentado el hambre lectora que me impelía a llevarme casi cualquier cosa que no estuviera escrita con kanjis, hiragana y katakana. Así que me pasé las dos horas que tarda el tren en llegar a Ugata leyendo citas del mismísimo Buda, sin notas, sin exordios, sin explicaciones... sin intermediarios (solo el criterio de Anne Bancroft, que es la editora). Y allí estaba la voz del iluminado, del despierto, del que vio lo que los otros no vemos. La filosofía (más que la fe) budista es compleja y simple a un tiempo. Borges la explicó muy bien en una famosa conferencia que dio no sé cuándo ni dónde. Comparte con otras religiones su afán por pregonar la bondad del ser humano, pero no promete salvaciones a posteriori, escatológicas, como las tres religiones del Libro (judaísmo, cristianismo e islam). La salvación está aquí, ahora, delante de nosotros, al alcance de la mano. Si se siguen las simples instrucciones del budismo, se consigue la iluminación, la salvación, el nirvana, el satori. Ni que decir tiene que "muchos son los llamados y pocos los elegidos". A lo más que aspira el buen budista es a mejorar, a ir hacia lo mejor, pero casi todos saben (o sospechan) que no alcanzarán la meta, al menos en esta y en diez o doce vidas posteriores. Tampoco es necesario recordar que, como toda religión que se precie, en cuanto ha caído en manos de (o en contacto con) el poder, se ha deteriorado, contaminado y/o vendido y ha pasado a ser, como en el caso de Ceilán, un instrumento de muerte y destrucción. En el mismo Japón los monasterios budistas llegaron a formar monjes guerreros y constituyeron una fuerza temida por las intenciones unificadoras del shogun Oda Nobunaga.
Pero dejando de lado el componente "histórico", el pensamiento de Buda tiene vigencia hoy día debido a su carácter conciliador y pacificador del alma y de las relaciones humanas.
Para no pecar de intermediario excesivo, traduzco aquí (como Dios, Shiva, Elohim o Alá me den a entender) algunas citas extraídas al azar:
-"No preguntes sobre la casta o sobre la riqueza de una persona, pregunta por su conducta".
-"Cuando tu cuerpo esté tranquilo, conocerás la felicidad".
-"Estando concentrado verás las cosas tal como son".
-"Mi enseñanza no obliga a nadie a abandonar su casa y el mundo si no quiere, sino a liberarse a sí mismo de la ilusión de que su ser existe permanentemente y a actuar con integridad renunciando a sus ansias de placer".
-"Lo que no es tuyo, aléjalo de ti".
-"No hay final ni principio, ni mitad del camino. Todo es ilusión, como una visión o un sueño".
-"Estás obsesionado con tus visiones preconcebidas y te agarras a ellas rápidamente".
-"No existen los contrarios, sino cosas relacionadas".
-"Sumérgete en las aguas de la bondad y aprende a nadar".
-"Hay acción pero no hay actor. El aire se mueve, pero no hay viento. La idea de un ser específico es un error. La existencia es claridad y vacío".
-"El mundo es una idea en la mente a la que se le ha asignado la palabra "mundo"".
-"Todo cambia. Todo surge y desaparece. Quien llega a ser consciente de esto, está libre de dolor".
-"Si te aferras a una idea como una verdad inalterable, cuando la verdad venga y llame a tu puerta, no serás capaz de abrirle y aceptarla".
-"Descarga tu barco y navegarás más rápidamente. Aligera la carga de deseos y opiniones y alcanzarás pronto el nirvana".
-"No vayas tras tu pasado. No te pierdas en el futuro. El pasado ya no existe y el futuro no existe todavía. Observando profundamente las cosas que hay aquí y ahora, en este momento, vivirás en calma y libertad. La muerte nos coge por sorpresa".
-"Así como la hoja de una espada no puede cortarse a sí misma, el pensamiento no puede se pensado".
-"Si hablas o actúas con un pensamiento perjudicial, los problemas te seguirán como la rueda sigue al buey."
-"La auténtica paz aparecerá espontáneamente cuando tu mente se libere de cosas inútiles, cuando te des cuenta de que los objetos del mundo nunca te darán lo que verdaderamente quieres."

18.11.11

Neovotantes


En cualquier clase que des te puede sorprender el cumpleaños de un alumno o alumna. Algunos cumplen justo dieciocho delante de mi mesa. Tras felicitarlos (y las), les suelto el mini-discurso de la responsabilidad ciudadana en tanto que votantes en potencia. Les recuerdo que los políticos solo se acuerdan de aquellos que los votan. Así, la tercera edad, como es la primera en votar a las ocho de la mañana, luego tienen sus autobuses a Benidorm y sus programas en la tele. Los jóvenes, como están de after, se levantan ya a las tantas y les dan con la puerta del colegio electoral en las gafas de sol. Parece que asienten ante lo que les digo y prometen ir. Los veo entusiasmadas, responsables, serios y se preguntan unos a otras cuándo le toca votar a cada cual (pues yo voto en las autonómicas, pues yo en las municipales de dentro de tres años...).
Pero pasan los años, las campañas, los becarios, el cansinismo turnista y muchas de ellos acaban formando parte de ese (más o menos) cuarenta por ciento que se hace pseudoanarquista y/o protosofalero. Y prefieren comprarse una tienda en Decathlon para hacer un indignado botellón, antes que volver un domingo al colegio de sus hermanos pequeños, donde huele a sacapuntas, gomas de borrar e ingenuidad.

17.11.11

Templos de Kioto en otoño

Fotos hechas con el móvil por nuestra corresponsal esta misma mañana japonesa (madrugada española).






12.11.11

Más fotos de la corresponsal en Kioto


Estos son unas bolitas de mochi a la plancha.
El mochi es una pasta que se hace con arroz y cuya elaboración se explica muy bien aquí.

Y este es el famoso matcha o té verde amargo,
que se toma acompañado de un dulce, el cual se trocea con un trocito de bambú.


Calle del barrio de Kiomizu-dera.


Y otras fotos del anochecer en Kioto

Los templos están iluminados y abiertos por la noche para que la gente vaya a visitarlos después de trabajar.




Arces reflejados en en un estanque.










Noviembre en Kioto

He aquí unas fotos que envía nuestra corresponsal en la vieja capital imperial. Es el atardecer de hoy (12-11-2011), que todavía no nos ha llegado a nosotros, desde el templo Kiomizu-dera.







8.11.11

Kobe

Ya conté en otra entrada que este verano estuve en Japón dando una charla sobre Andalucía. El organismo que me invitó es un club de personas interesadas en la lengua y la cultura españolas, que tiene su sede en Nishinomiya, entre Kobe y Osaka. Como también comenté, mi anfitrión fue el profesor Yoshitaro Ito, quien también, junto con Tani Zenzo, me enseñaron Osaka. Pues bien, días después de la conferencia me invitó a conocer Kobe, otra de las grandes ciudades de la región de Kanto.
Kobe sufrió un terrible terremoto de 7,2 (Richter) en 1995, conocido como el terremoto de Hanshin, en el que murieron más de seis mil personas. El profesor Ito no estaba en la ciudad en ese momento, pero su esposa sí y me contó el horror de aquellos veinte segundos. Al terminar la sacudida no había luz y cuando salió el sol encontraron que la calle en la que vivían había desaparecido. Gran parte de los edificios que vi aquella tarde son posteriores al terremoto y están construidos con la normativa antisísmica más exigente del mundo. El gobierno recibió muchas críticas por su tardanza en la intervención y las Fuerzas de Autodefensa tuvieron que intervenir y acudieron rápidamente salvando muchas vidas de entre los escombros.

Kobe es una ciudad fundada en 1889 y es famosa por la carne de su buey tajima y por su puerto, uno de los más importantes de Japón. Fue una de las primeras ciudades en establecer relaciones económicas con el extranjero. Eso se nota en el aire cosmopolita que se respira por sus calles, algunas de las cuales están plagadas de clubes de jazz. Rudyard Kipling cuenta en suViaje a Japón (libro que he olvidado reseñar) que estuvo en Kobe al finales del siglo XIX.

Primero visitamos el barrio chino y luego fuimos al puerto, donde está la torre que da el perfil característico de la ciudad. A su sombra hay una réplica de la nao Santa María, que viajó en 1992 desde Barcelona (cuyo puerto está hermanado con el de Kobe) hasta Japón cruzando el estrecho de Panamá.
Al atardecer fuimos a Kitano, el barrio de los extranjeros, situado en unas colinas que hay frente al puerto, y tomamos un té en el exclusivo hotel del mismo nombre. Resulta extraño pasear entre casas de estilo inglés adornadas con pinos cortados a la manera japonesa.
Por último el profesor Ito me llevó a una destilería de sake en las afueras. Me contó que el sake de esa zona es famoso por la calidad del agua. Los marinos extranjeros solían abastecerse en esos manantiales, porque decían que el agua tardaba más tiempo en pudrirse durante los largos viajes por el Pacífico.
Aquí va una selección de fotos de aquel día.

Rascacielos del centro de Kobe.


Memorial por las víctimas del terremoto de 1995. Es una rotonda que está debajo de una fuente, cuyo fondo es de cristal y llena el lugar de una extraña luz reverberante.


Entrada al barrio chino.

Turista occidental posando en barrio chino de ciudad japonesa.
La torre de Kobe.


La réplica de la Santa María.

Casas de Kitano.



Tapa de alcantarilla.


Despachando el sake en la destilería.


Prensa para exprimir el arroz.


Toneles de sake con turista dentro.



Cartel anunciador de la conferencia en Nishinomiya.
No, no sé dónde es la foto que usaron de fondo.


Aquí se me ve en plena disertación, intentando explicar cómo colocaban los romanos las ánforas en la arena del fondo de las naves.


Y aquí haciendo como que sé tocar la guitarra. En pantalla se ve el reparto de El ambidiestro, que vimos como ejemplo de cine andaluz actual.

NOTA: El señor que aparece conmigo en esta última foto es un jubilado con el que estuve hablando antes de empezar la charla. Ha hecho no sé cuántas veces el Camino de Santiago (este año la última, por el momento) y me regaló un cubo de cartulina, que, al desplegarse era la rosa que se ve sobre la mesa justo al lado de su cabeza. Magia y humanidad en una sola persona.