24.2.13

Altivez

Encuentro en mi tan citada revista Philosophie un artículo sobre ese señor austriaco que se lanzó al vacío desde unos cuarenta kilómetros de altura. ¿Qué les voy a contar sobre ese salto que ustedes no sepan?  De hecho yo apenas sé nada, dado mi innato desinterés por las hipérboles deportivas.
Lo que me ha llamado la atención de este personaje es que declaró, en una entrevista publicada por Kleine Zeitung, que su ideal político es la "dictadura moderada", en la que el poder no se da a los políticos elegidos democráticamente, sino a las personas que han demostrado su valía; una especie de concurso-oposición en el que un tribunal de archisabios (supongo) decidiría quién detentaría el poder en cada estado.
El artículo relaciona esta idea con otro de Hannah Arendt ("La conquista espacial y la dimensión del hombre", 1963), en el que se vaticinaba que la ciencia moderna anularía "todos los elementos y principios antropomórficos". La visión altiva de las ciencias exactas, no biológicas, (y del hiperparacaidista Baumgarter) acarrea una imagen del ser humano como algo ínfimo, estúpido e insignificante, al que no hay que pedir opinión, ya que la verdad es superior y no debe ser cuestionada por la plebe.  Esta ideología me recuerda al asperger Sheldon Cooper de The Big Bang Theory, para el que, en su mundo de fórmulas perfectas y trascendentes, las relaciones humanas son algo zafio, confuso y primitivo, "humano, demasiado humano", que diría el no menos altivo Nietszche.
Esta soberbia de la altura, que se atisba su propia etimología (super), está también en la línea de algunos poemas de A estas alturas.  En ellos yo hacía un ejercicio de humildad o antisoberbia.  Lo malo es que de tanto autohumillarnos, corremos el riesgo de que los que no lo hacen se sientan más autorizados para humillarnos aún más.
Lean y opinen.




AUTORRETRATO A SIETE MIL PIES DE ALTURA


“Porque la actitud del observador ahí
arriba es necesariamente de indiferencia.”
Gerald Brenan

“…empleo mi inteligencia para ver de lejos y
desde lo alto mi propia vida, que se
convierte así en la vida de otro”
Marguerite Yourcenaire



Ese punto casi invisible,
esa coma inapreciable,
esa mosca minúscula,
esa pulga incolora,
esa mijilla de nada,
que cruza la cuadrícula grisácea
eso soy yo.

Yo, que voy y vengo
de mis asuntos a mi corazón
sin más motivo que la inercia,
entrando y saliendo de objetos paralepípedos
de artefactos metálicos de movimientos compulsivos,
luciendo por momentos al sol
la incipiente piel de un cráneo poco privilegiado.

Eso soy yo,
apenas la letra pequeña,
el huérfano electrón que deambula
sin órbitas ni gramática,
por la aplastada faz
de un texto o de un lienzo
que se pinta solo
y al que llamamos vida. 

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