Cuando llegan estas señaladas fechas hay como una competición entre bienintencionados, que buscan conseguir fondos para sus causas. Muy a menudo giran en torno a los niños, esos inocentes seres humanos, que tanto gustan a los publicitarios. Quien con niños se fotografía, amanece votado o comprado.
Y así vamos tropezando con los carritos asaltadores de los supermercados, las rifas que nunca tocan, las damas de la caridad que nos clavan cosas en las solapas, los belenes de los asilos, los niños sin juguetes de países lejanos...
Estas organizaciones y programas de televisión piensan que somos más proclives a la piedad en el solsticio de invierno. Puede que sea un asunto hormonal, relacionado con la falta de horas de luz, porque a nadie se le ocurre pedir para los pobres en los chiringuitos de agosto, cuando nos ponemos tibios de cigalas y tinto de verano.
Este año en el que nos ha dejado el gran Berlanga no está de más recordar a aquellos pobres de Plácido, que se convertían en una posesión más de los burgueses de medio pelo que protagonizaban la película. Y es que los pobres, ahora llamados "sin techo" (que es una pésima traducción de homeless), siempre han venido bien para sentirse bien.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Es una temeridad que alguien se atreva a comentar estas cosas en estas fiestas. Muchas gracias por encargarte de ello.
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