20.11.11

Monólogo del votante viendo llover sobre el colegio electoral

Voy en el coche camino del colegio electoral en medio de una manta de agua considerable. El limpiaparabrisas se mueve a la izquierda, a la derecha, otra vez a la izquierda... pero no consigue quitar definitivamente el agua. La lluvia es implacable, es real, es igualitaria. No le importa si llueve a gusto de unos o de otros. Ella cae, impersonalmente, como corresponde a esos verbos que expliqué hace unos días y que no tienen sujeto.
El cielo está encapotado, quién lo desencapotará. A ratos se oyen truenos en la lejanía. ¿Vendrán peores tiempos (time o weather)?
Camino hacia la urna bajo mi paraguas japonés con la íntima esperanza de equivocarme, de que el partido al que voto no gobierne y que lleven razón los que voten al ganador. Y que la virgen de las cuevas o el caracol de aquella vieja y estúpida canción hagan salir al arcoíris y (y cito a Carlos Cano) "se acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital".
Antes de volver al coche hago una foto del desierto patio del instituto (que no es el mío). Mañana volverán a ocuparlos las hormonas, las euforias, las tristezas, los móviles, el mobbing y las espinillas.
A fin de cuentas, siempre que ha llovido ha escampido.

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