Se trata de una serie de cuatro o cinco calles enormes que se cruzan y que giran en torno al canal. Como digo, están atestadas de turistas japoneses y extranjeros. La tarde que estuvimos por allí abundaban los chinos. Antes de oírlos hablar, se distingue a los chinos porque se paran delante de los carteles a leerlos y ponen cara de no entenderlos. Por eso y por otras cuantas características psicosomáticas que analizaremos otro día.
En esta zona está la tienda de móviles en la que tuve el encuentro con Ahmed el egipcio.
Lo más típico son dos cosas que sorprenden a los extranjeros. Una es el neón gigantesco de Glico Man, que anuncia caramelos... ¡desde 1935!. Todavía impresionan su tamaño y su luminosidad. Imagínense cuando se instaló. España por aquel entonces estaba llena de burros, botijos y banderas. La otra es el Kudiaore (palabra que parece andaluza, pero no lo es), un muñeco mecánico que se parece a Harry Potter, que va vestido como un hincha del Athletic y que toca un tambor de manera bastante rudimentaria desde 1950.
Dotonbori (y otras de Tokio, Shinjuku, Shibuya) es la zona que sale en todos los reportajes sobre Japón cuando el locutor dice la consabida frase: "Pero Japón también es un país moderno y tecnológico...". Si los espectadores supieran que la tecnología que más les gusta a los japoneses en Dotonbori es un muñeco de los 50 y un neón de los 30...
En resumen, un lugar que no se puede perder el visitante a Osaka, a pesar de su exceso de turistas, los cuales, pasan a ser parte del espectáculo callejero.
Pongo una foto ahora y esta tarde pongo el resto en otra entrada, que ahora no tengo tiempo.
Glico man. |
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