7.6.13

Se ruega silencio

Son miles, quizá cientos de miles.  Son jóvenes y alegres (casi todos).  Están preparados, pero están preparándose.  Son los alumnos/-as que estudian para una de las últimas selectividades de la historia de España.

Aún recuerdo la mía allá en el siglo pasado.  También era primavera y también teníamos una mezcla de miedo e ilusión que pocas veces se repite en la vida.  Pero dejemos las melancólicas nostalgias para quienes no tengan nada mejor que hacer.

Quiero tan solo recordar a todos que esta remesa de jóvenes se esconden estos días en sus guaridas de folios, marcadores fluorescentes y portátiles conectados a internet.  En un mundo que tanto nos llama al goce, al carpe diem y al consumo, ellas y ellos están en silencio, humilde y estoicamente repasando fórmulas, estilos arquitectónicos, revoluciones, integrales, verbos irregulares y también (lo siento, 2º B) las vidas pretéritas de "los grandes genios de la literatura universal".  

Espero que, como viene ocurriendo (¿orquestadamente?) cada equis tiempo, no salten los listos de siempre con la decadencia de la juventud, con el botellón, la ortografía de los móviles y la "falta de nivel cultural de la juventud", etc.  Ese discurso no es ni exacto (véase la entrada anterior), ni original, ni lleva a ninguna parte, quitando la autoalabanza indirecta de quienes peinan canas (o ni peinan).  Esta juventud es la que hay y, por el futuro de todos, lo mejor que podemos hacer es apoyarla (sin bajar becas ni subir tasas) para que con su trabajo, su creatividad y su ilusión saquen al país del ancestral atraso del que no salimos ni a ladrillazos.  

Todos los años por estas fechas acabo escribiendo una entrada parecida a esta, pidiendo silencio y respeto para los (mis) alumnos.  Si viven cerca de uno de ellas, bajen el volumen de la televisión y de las generalizaciones.  No den portazos.  Gracias por su colaboración.

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