2.6.13

Contra internet



La neofobia es tan antigua como el ser humano y tanto como la neofilia.
Parece que ahora toca retomar la reflexión sobre el peso de internet en las relaciones personales y en el desarrollo individual.  Surgen voces que hablan de digitalización de la amistad y de pérdida de tiempo en revisión de correos, mensajería varia y redes sociales.
A colación de esto he soltado por ahí varias ideas que podría resumir con estas dos preguntas: ¿Acaso no hemos perdido el tiempo en el pasado? ¿Acaso las relaciones humanas han sido mejor antes de la llegada de internet?
En el siglo XIX se acusaba a las señoritas de perder su valioso tiempo leyendo novelitas amorosas. En el XX a los muchachos, de dar patadas a las pelotas sin ton ni son.  La televisión ha consumido más de la mitad del tiempo de ocio de todas las generaciones nacidas después de los cincuenta.  Desde que han sobrado excedentes para mantener a parte de la población ociosa, ha habido ocio y este, por definición, no ha sido productivo.  Es lo que tiene.  Ante esto, casi podríamos afirmar que internet es el menos improductivo de los ocios que en el mundo han sido.  Ha promovido revoluciones contra situaciones injustas.  Ha unido a millones de personas que nunca se habrían conocido a golpe de sobre y sello. Ha difundido la información de manera gratuita y no restrictiva.  Recuerdo con perplejidad las complicaciones que tenía para consultar algún dato que me interesaba de un escritor recóndito, alguna cita que apenas recordaba, una fecha...  Recuerdo con vergüenza ajena el secretismo provinciano de compañeros que retiraban libros de la biblioteca para que otros no pudiéramos consultarlos.

Con lo de la incomunicación generada por las redes sociales y demás, pues más de lo mismo.  Antes unos pocos se veían en unos pocos sitios y lo hacían por razones meramente azarosas, espaciales, geográficas.  Ahora el personal puede encontrar contertulios en cualquier parte del mundo.  Vale que no se vayan de copas, pero es que a veces en muchos lugares muchos iban de copa, simplemente, con los de su pueblo, su barrio, su clase.  Por otro lado, en cualquier momento del día, la semana o el año pueden ustedes comprobar que, a pesar y/o gracia a Facebook, los bares, los cines, los conciertos, los restaurantes, los teatros, las carreteras, los paseos marítimos, las estaciones de esquí, las verbenas, los estadios, los aeropuertos, las procesiones y las playas continúan atestados.
De los genocidios, las guerras mundiales y provinciales, la depresión, el suicidio romántico, los asesinos en serie o de series, las bodas de sangre, el cainismo, el racismo, el machismo ancestral y demás "humanismos" anteriores a internet hablaremos otro día.
Así que el mundo volverá una vez más a no acabarse.  La gente volverá a ser lo que es y era, gente,  Homo loquens, Mulier sapiens, zoon politikonζῷον πoλίτικoν, Aristóteles dixit).  La única diferencia es el incremento de información y de libertad.  Quienes se oponen a esto, además de al futuro, se están oponiendo a dos de los grandes pilares que sostienen las democracias y la vida en sociedad.

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