25.3.12

¿Qué horas son?

Dicen que fue a Benjamín Franklin, el padre del pararrayos, el catéter urinario y las lentes bifocales, al que se le ocurrió cambiar los relojes una vez que estuvo en París y observó que sus habitantes ahorraban velas levantándose más temprano. No se impuso la idea hasta la primera Guerra Mundial para ahorrar carbón y se internacionalizó durante la crisis del petróleo de 1973.
A fecha de hoy no está nada claro que la economía salga beneficiada con este desconcierto. Un estudio del Instituo Nacional de Estándares y Estadísticas de Estado Unidos, realizado en 1976, no pudo cuantificar ningún tipo de ahorro con el cambio al horario de verano. Por el contrario los gastos psíquicos son evidentes. Calculo que perdemos unos veinte minutos durante la semana en la que se produce el cambio preguntando o respondiendo a preguntas como "Pero ¿ahora qué hora es?", "¿Tú has cambiado el reloj de la cocina?"; "Entonces, ¿cuándo me tengo que tomar la pastilla?"; o excusas como "Profe, es que mi madre no cambió mi despertador y me he quedado dormido/-a".  Es un jetlag ínfimo, pero masivo.  No sé cómo lo llevarán los habitantes de Brasil, que en el sur cambian la hora y en el norte no, lo que también ocurre en Australia y en algunas regiones de Canadá o de México. En África y casi toda Asia (Rusia incluida) pasan del tema.
Pocos recuerdan ya que en octubre nos regalaron una hora de sueño. Lo que importa ahora es la que nos acaban de robar.
Lo único bueno de todo esto es que, Como en Japón no hay horario de verano, pues ahora estoy una hora más cerca de Kioto.

NOTA PARA PROFESORES DE LENGUA: En español existe una expresión hiperbólico-teológica de rabia, desagrado o sarcasmo, que se usa ante situaciones de flagrante caos o descontrol: "¡Aquí no sabe ni Dios la hora que es!". 


NOTA SOBRE LA ENTRADA ANTERIOR: Pido perdón por confundir "cómo" con "dónde" cuando traduje al gran Bob Dylan. Estaría cansado o aturdido. Y eso que todavía no habían cambiado la hora.

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