Dice la paleoantropología que cuando bajamos de los árboles necesitamos ponernos de pie para ver presas y/o para no ser una de ellas en las hostiles sabanas africanas. Así comenzó la bipedestación, por la que tuvimos que pagar un precio: las caderas se nos estrecharon, lo que provocó que los recién nacidos tuvieran que ser más pequeños y, en consecuencia, menos desarrollados. De modo que, por el bien de la especie, comenzamos a nacer más indefensos y las hembras se encargaron de cuidarnos, mientras los machos se iban por ahí de caza, de pesca o de farra prehistórica.
Ahí comenzó la famosa división del trabajo por sexos... SEGUIR LEYENDO...
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