9.12.12

Tarde dominical

Los domingos por la tarde tienen el color de los dulces de las visitas.  Saben a coche parado de regreso a la ciudad y a melancolía injustificada. Suenan a quiniela sin echar, a película antigua y a plancha caliente.
Desde hace años invierto las tardes de los domingos en corregir exámenes y preparar clases.  De modo que me pasa como a los calendarios japoneses (y de otros países), en los que el lunes ya es el segundo día de la semana.
Aquí ando enredado con Dante y con Ibn-Hazam, mientras unas nubes amarillentas y grises discurren lentamente hacia las sierras, donde se transformarán en manantiales y pistas de esquí.
Como han podido comprobar, esta entrada no ha sido más que una salida, un portillo que he abierto en el muro del día por curiosidad, por despecho y por airearme un poco de tanto Boccaccio y tanta poesía provenzal trovadoresca.
Sigo a lo mío. Buenas tardes.

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