28.10.12

Tiempo, geografía e historia

El tiempo es esa barca, ese autobús, ese coche, ese avión en el que vamos montados camino a nuestro futuro.  Ya sabemos que nunca va a velocidad constante y que hay reuniones que se hacen eternas y puentes que se pasan volando.  Hay días como hoy en los que el vehículo sufre un traqueteo, un frenazo esperado, pero cuestionable: muchos países no cambian de hora en primavera ni otoño (Japón es uno de ellos y a partir de ahora estamos separados ocho horas en lugar de siete).
En estos tiempos nuestros tan movidos, en los que tantas altas torres han caído y los políticos enfatizan su ya proverbial tendencia a la doblez y a la contradicción, resulta especialmente desagradable que se tambaleen las pocas cosas de las que estamos seguros.
Para rematar la zozobra, hace poco supe (y conmigo mucha gente que lo ignoraba) que la hora de España no es la que debería ser por su posición en el globo terráqueo.  Resulta que el meridiano cero, ese que lleva el nombre de una localidad inglesa, pasa por Valencia.  Es decir, que deberíamos estar en el huso horario de Inglaterra, en el de Portugal y, oh sorpresa, en el de Canarias.  Cuántas piscinas de saliva hubieran ahorrado los locutores de radio si se hubieran evitado la famosa coletilla de los partes y noticieros, "una-hora-menos-en-Canarias".
Pero lo más curioso es que esta acronía proviene de un capricho del generalísimo de todos los ejércitos, que quiso que España tuvieran la misma hora que el tercer Reich de su esporádico amigo Adolf Hitler.
La sombra del franquismo es alargada.

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