12.2.12

Cantar

García Márquez, en el maravilloso texto que recita para el disco Querido Pablo, dice que no hay alegría más grande en el mundo que cantar.  Y no dice "saber cantar", sino simplemente "cantar".  Coincido con él en que algo hay en el hecho de cantar que trasciende la palabra.  Si no fuera así, ¿cómo íbamos a soportar óperas en alemán, rock en inglés, baladas en francés y chirigotas en gaditano?  Cuando la gente está muy triste, canta.  Cuando estamos alegres, cantamos, aunque esté lloviendo a cántaros sobre la ciudad (y bailamos, y nos agarramos a las farolas, y salpicamos a los policías).  Cuando limpiamos, cantamos.  Cuando nos duchamos, cantamos.
Otra asunto son los cantantes.  Los profesionales no sólo cantan, sino que hacen cantar a los demás por dentro.  Eso ya es un don.
Por ignotas ¿y paradójicas? razones estoy más o menos bien dotado de oído musical.  Toco cualquier instrumento que me pongan por delante, sobre todo de cuerda o teclado, pero a la hora de cantar hay algo que, si bien no me hace desafinar, me impide llegar a muchas notas altas o bajas.  Un defecto de fábrica de mi aparato fonador.
Han coincidido en estos días varias noticias de cantantes que han dejado de cantar.  Una es la diva del pop/soul Whitney Houston, a la que vimos protegida por Kevin Costner en aquella ñoña película de los noventa.  Tenía una voz portentosa, surgida, cómo no, de esos coros de góspel que tanto han aportado a la música popular de los Estados Unidos.
Pero antes hubo otra noticia de menos relumbrón (en España), la enfermedad de Georges Moustaki, uno de los más grandes cantautores europeos del siglo XX, que lo ha obligado a retirarse.  Su voz no servía para alargarse treinta segundos como la de Houston, pero paseaba suavemente sobre nuestras almas, lanzando mensajes que nunca olvidaremos:

Con mi alma que no tiene más
la mínima posibilidad de salvación
de evitar el purgatorio
Con mi cara de extranjero
de judío errante, de pastor griego
y mis cabellos a los cuatro vientos.
Y luego una voz que regresa.  El nuevo disco de Leonard Cohen (Old ideas)1 es un homenaje al blues y a la simplicidad, algo así como un himno zen de Alabama.  Transmite una serenidad profunda e intensa que nos desgarra y nos sana por el mismo precio:
Show me the place where you want your slave to goShow me the place, I've forgotten, I don't knowShow me the place for my head is bending lowShow me the place where you want your slave to go
Show me the place, help me roll away the stoneShow me the place, I can't move this thing aloneShow me the place where the word became a manShow me the place where the suffering began

Muéstrame el lugar donde quieres que vaya tu esclavo.
Muéstrame el lugar que he olvidado, no sé por qué.
Muéstrame el lugar donde reposar mi cabeza.
Muéstrame el lugar donde quieras que vaya tu esclavo.
Muéstrame el lugar, ayúdame a apartar la piedra.
Muéstrame el lugar, no puedo mover esta cosa solo.
Muéstrame el lugar donde la palabra se hizo hombre.
Muéstrame el lugar donde empezó el sufrimiento.
(trad. de un servidor, asesorado por diversos diccionarios on line)

Les dejo, que tenemos esta tarde el ensayo del recital que daré(mos) el día 22 y voy a rodearme de cantantes.  Yo sólo llevo mi libro de poemas y mi ukelele, por si me dejan meter algún acorde.
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1.- También es serendipia que el disco de Cohen se llame casi como esta entrada del blog.  O no, que el título del disco ya era público antes.  ¿Subconsciencia, inconsciencia, plagio?

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