Después del ensayo para el recital de presentación de A estas alturas, me demoré unas horas más en casa del Comentador. Se habló de todo un poco y, como era de esperar, acabé soltando largas peroratas sobre Japón. Aclaré, desmentí, ejemplifiqué y di el tostón hasta las tantas, abusando de la paciencia de los anfitriones. Es lo que tenemos los que seremos viejos pesados y pedantes, que ya vamos entrenando desde estas edades/alturas. Pues bien, a pesar, como digo, de tanto monólogo, se me quedó algo en el tintero.
La efectividad, la organización y el bien hacer de los japoneses ante el trabajo no creo que sea algo que surge simplemente de dictados genéticos, históricos o religiosos. Tampoco es un hábito que se impone (o se impuso) por una élite cruel que lo pidiera todo a cambio de nada, que sometiera al pueblo llano a una semiesclavitud incontestable. Entiendo que ellos entienden que hacer las cosas como las hacen facilita la vida a todo el mundo. La reciprocidad de la efectividad la refuerza. Si cuando voy al banco me tratan bien y me ayudan a rellenar los papeles, me leen la letra pequeña de las hipotecas y no me hacen esperar una cola de cuarenta minutos para pagar la luz, cuando el contable venga a mi tienda, le envolveré primorosamente el tofu y le daré el cambio con una sonrisa.
En España... Bueno, imaginémoslo mejor para no incurrir en redundancias cabreantes.
El Comentador, como hombre cívico donde los haya, enemigo de la dejadez canina del vecindario y de otros tantos vicios urbanos hispanos, creo que estaba de acuerdo con casi todo lo que dije. Y si no lo estaba, ocultó sus opiniones por la ancestral costumbre del anfitrión educado.
3 comentarios:
Me alegro de que alces la voz por este pueblo. Creo que por mucho que se diga, nunca llegaremos a explicar lo que es. Pero... sigue intentándolo tú que dominas tan bien el arte de la escritura.
Está bien la aclaración, ya que parecía que los japoneses se habían convertido en educados y eficaces por orden imperial, y no es así. Pero bien es cierto que echo en falta algo más de combatividad por su parte.
SEguiremos otra noche.
el Comentador de Ocaña
¿Para qué el combate? ¿Acaso no hay ya suficientes ejemplos que demuestran que no es el camino correcto?
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