Ahora que ha recién pasado el aluvión de la Pascua judeocristiana, con sus tradicionales (des)encuentros entre opiniones y sentires, puede que sea el momento más adecuado para tratar este tema. Luego el calendario continúa su paseo y lo religioso se difumina tras el incienso de las tragedias, la monotonía profana y los becerros de oro.
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