13.1.13

Un altro yo

Matsuo Basho
Estas navidades en Kioto andaba viendo la televisión (nunca mejor dicho, porque me paso todo el tiempo leyendo los subtítulos para sordos que tenemos activados continuamente, para ver si mejoro mi competencia lectora).  Daban un programa en el que una inocente muchachita japonesa, de aspecto un poco naif o anime, va de viaje por diversos lugares del mundo con unas restricciones de dinero que deben solventar ella misma y las donaciones que hacen los televidentes.
Esa noche le tocó buscar habitación para dormir en Bari (Italia).  Con veinte y pocos euros, un inglés esquelético y un italiano inexistente se tiró un buen rato dando tumbos por estaciones de trenes y paradas de taxis sin mucha fortuna.  Hasta que apareció el protagonista de esta entrada.  Era un muchacho joven, de cuyo nombre no logro acordarme, vecino de una ciudad cercana, que hablaba un poco de japonés y que se ofreció a buscarle albergue a la muchacha de los pelos rojos.  En un momento del programa el italiano se declara un enamorado de Japón (donde no había estado nunca) y llega a decir (en italiano ovviamente) que Matsuo Basho es el mejor poeta de la humanidad.  La japonesa se quedó, como los televidentes japoneses y yo mismo, pasmada.  Sospecho que nuestro hombre no iba por esas calles de Bari a esas intempestivas horas por mera casualidad, pero bueno, la coincidencia ya es suficiente.  Que un español medio poeta, admirador de Matsuo Basho, esté viendo la tele en Kioto y se tope con un italiano que dice cosas tan parecidas a las que uno piensa y siente resulta, por lo menos, reseñable o entrañable.
Además, en un momento del deambular nocturno el joven se dio de bruces con la incompetencia y el egoísmo italianos (que deben ser muy parecidos a los españoles) y gritó mientras juntaba los dedos de una mano:  "L´Italia è un paese di merda".  
Afortunadamente al final encontraron donde pernoctar, la japonesa siguió su camino/programa y mi alter ego desapareció para siempre en el laberinto de la parrilla de la programación televisiva.
Fue como un haiku, un trozo de realidad aficcionada sin más moraleja ni trascendencia, tal una rana que saltara a un estanque y simplemente hiciera ruido.


No hay comentarios: