22.9.12

El cliente transparente

Como ya he comentado en otras ocasiones, el servicio al cliente en algunos lugares de España deja bastante que desear.  Hay que colocar fruta, fregar el suelo o comentar las aventuras de la discoteca del "finde", antes que abrir una caja en la que se acumula el personal.
Tenía yo la teoría de que era invisible o transparente para muchos camareros y camareras de nuestro suelo patrio, pero esta mañana he cambiado de opinión.
Como nadie venía a la mesa, me acerqué a la barra para pedir unas bebidas.  Era un cara a cara.  El camarero (un hombre mayor) y yo.  Nadie más.  Le digo lo que quiero y advierto que no me oye y veo que hace un gesto extraño con la cabeza, una especie de movimiento lateral, como el que hacen los búhos cuando acechan un ratón.  Evita el tropiezo de mi persona y mira hacia el fondo del salón, donde dos habituales preguntan a voces qué número ha salido en no sé qué sorteo.  El camarero entabla entonces una lenta conversación de varios minutos, que pasa tangencialmente junto a mi oreja izquierda y cuyo final es:
--Eso yo no lo sé. Eso lo sabe la Carmen.
Y entonces, después de acabar tan sustancioso diálogo, se digna desenfocar a sus amigos y enfocarme a mí con desgana. Ni siquiera me dirige la palabra, simplemente me mira.
--Un agua, una cerveza y una bebida isotónica.
Como ustedes comprenderán, para pedir esto último utilicé el nombre de una marca con denominación cuasi hippy, que no voy a nombrar para no hacer publicidad gratuita.

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