13.7.09

Memorias de un turista 1. Jericó

Me propongo (lo cual no quiere decir nada) ir contando ad libitum impresiones de viajes.
Empiezo por abajo, por el Mar Muerto.
Aquello es un desierto con un mar dentro.
Allí está Jericó, que es una ciudad medio dormida de casas bajas, que, dicen, ha sido habitada ininterrumpidamente desde hace unos cinco mil años. Salvo un árbol que se cita en los Evangelios y las excavaciones de la muralla, poco hay que hacer en Jericó. Pero cerca está el monte de las Tentaciones, uno de los lugares donde el Diablo tentó a Jesucristo. Se sube en una telecabina y las vistas son impresionantes. La ciudad debajo, el mar a la derecha y las montañas detrás, ocultas tras una ardiente y salitrosa calima. En el monte hay cientos de grutas en las que han vivido eremitas a lo largo de los siglos. Por supuesto que también hay un restaurante. Como acababa de acabar una de las muchas guerras que en esta parte del mundo han sido, pues no había un alma. Nos sentamos y charlamos con un camarero aburrido. Me solté con el árabe y el pobre hombre creía que yo sabía más de lo que parecía. Nos contó que tenía una casa con un huerto justo debajo del monte. Le regalamos un paquete de tabaco hispano-norteamericano.
Al salir de la ciudad está la frontera de Palestina, que no deja de ser una bandera tambaleante en cualquier lugar de la carretera. Un soldado vestido de blanco te saluda entre amistoso y hastiado.

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