“Cuando se trata de los fundamentos del conflicto árabe-israelí, las cosas no son tan simples. Y mucho me temo que yo no lo pondría más fácil diciendo: estos son los ángeles y aquéllos los demonios. Sólo hay que apoyar a los ángeles y el bien prevalecerá sobre el mal. No es tan simple, porque el conflicto árabe-israelí no es una película del salvaje Oeste. No es una lucha entre el bien y el mal, más bien lo considero una tragedia […] un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana. Los palestinos están en Palestina porque esta es la patria, la única patria de los palestinos. Igual que Holanda es la patria de los holandeses o Suecia la de los suecos.”
“Antes de 1948, en la zona occidental de Jerusalén había varios barrios árabes. Luego vino el asedio, el acoso, el bombardeo de la Jerusalén judía por parte de los ejércitos jordano y egipcio, la artillería y los ataques aéreos. Cuando todo terminó, no había árabes ni vecindarios árabes […] en 1948 cientos de miles de palestinos perdieron sus hogares. Sé que ese mismo año, en la misma guerra, cerca de un millón de judíos orientales de los países árabes también perdieron sus hogares, y a muchos de ellos los echaron a patadas y terminaron en Israel en los mismo hogares que anteriormente pertenecieron a los palestinos. Esos supervivientes-refugiados judíos de Irak, del norte de África, de Egipto, de Siria, de Yemen, tras tres, cuatro, cinco años de vivir en campos de transición, acabaron consiguiendo hogares y trabajos mientras que los refugiados palestinos no.”
Amos Oz, Contra el fanatismo, Barcelona, Siruela de Bolsillo, 2005.